martes, 10 de octubre de 2017

'Performance' independentista

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
Cualquier proyecto político se defiende en el terreno de la comunicación, en 2017 principalmente en el terreno de la comunicación; y dando una vuelta a la frase casi todo lo que nos llega por medios tradicionales y electrónicos tiene una intencionalidad política (y/o comercial), dicho esto sin ninguna connotación negativa.
Salvando todas las distancias, el terrorismo hoy internacionalmente más practicado utiliza la comunicación como una herramienta prioritaria, el barbudo con cámara es tan importante o más que quien sostiene el kaláshnikov; consuela que tampoco son infalibles, como lo muestra la reiteración de reivindicaciones falsas, incluida la matanza en Las Vegas.
El referéndum ilegal celebrado en Cataluña el 1 de octubre tuvo dos éxitos indiscutibles, su objetivo real no era un resultado que no había ni capacidad ni interés en escrutar, tenía dos objetivos instrumentales que eran la internacionalización del proceso y una excusa para la posterior declaración unilateral de independencia.
Objetivos cumplidos. Las cargas policiales ocupan toda la prensa internacional, se debate sobre la independencia en el Parlamento Europeo, se pronuncian porque se les pregunta y responden presidentes y primeros ministros de medio planeta, se habla de mediadores. Al hilo de esto, que el tema saliera en la rueda de prensa en la Casa Blanca en la visita de Rajoy en septiembre fue por supuesto una torpeza de comunicación (hay que decir eso de que somos líderes mundiales y no tratamos hoy asuntos domésticos, que es un tanto patético y cabrea a los periodistas, pero se olvida pronto).
La calidad de las viñetas políticas sobre Cataluña en la prensa internacional va preocupantemente en aumento. En España, El Jueves y Orgullo y Satisfacción le dedican su último número.
La sorpresa es relativa, en las diadas y grandes concentraciones independentistas, aparte de exagerar el número buscando un récord histórico como hace todo el mundo, se organiza una coreografía de volúmenes y colores para mayor plasticidad de las fotografías aéreas.
A veces da la sensación de que más que la independencia, poco probable o al menos difícil, lo que desean es comunicar su independencia.
Aunque corran el riesgo lejano de llevarse un porrazo, los niños y ancianos son una apuesta segura en cualquier concentración política, a poder ser alegres, no cabreados.
Concursos de ronquidos, vigilia pascual antes de votar, los manifestantes parecen clones felices compartiendo camiseta y bandera reluciente... La gallina franquista y el Cara al sol hay que echarlos a patadas no sólo por ideología, sino por comunicación. La persona que repartía banderitas de España en la última fiesta de la bicicleta en Madrid no madrugó, eran de papel y pequeñas, cutres.
La reacción a los inventos sobre violencia policial, abusos sexuales de la policía (ay Colau!), dedos rotos, centenares de heridos, suele llegar cuatro días tarde y la comunicación reactiva siempre es menos efectiva.
Tras asesinar a la senyera, la estelada es el símbolo de un proyecto político rupturista e ilusionante para muchos; la bandera española, al margen del fútbol, tiene otros significados diferentes, muchos de pasado y no carga con suficientes elementos de cambio, al menos hasta que alguien no nos concrete un proyecto político de futuro.
Nos cuenta Europa Press que el número de personas que juran bandera (española) se ha multiplicado por ocho desde 2010, se ha pasado de 1.700 a 14.000 el año pasado. Varios ayuntamientos del Partido Popular en Madrid, curiosamente afectados por casos de corrupción, reparten la enseña de forma gratuita a convecinos convencidos del nacionalismo textil, que no fiscal o laboral o social. La intencionalidad política de lo anterior es evidente, no así su efectividad más allá de los límites del término municipal.
Cualquier aficionado a la comunicación sabe que el ideal es conseguir un equilibrio entre contenido y formato, no suelen funcionar por separado; entre lo que se dice, la puesta en escena y el público al que uno se dirige que es el destinatario y nunca conviene olvidar.
En el caso del mensaje a la nación del rey Felipe no funcionó ni el conjunto ni las partes, ni el contenido sin propuestas de futuro ni el formato ni la puesta en escena, el movimiento de manos no se correspondía con los mensajes y se le movía el butacón. ¡Cuánto daño está haciendo el movimiento descontrolado de manos a la credibilidad de la política!, bastante más que Carmena a la Navidad.
El Gobierno central parece haberse independizado de una estrategia de comunicación y cuando ésta no existe suele significar que lo que no existe es estrategia, o es tan equivocada que sus responsables parece que no comparten tiempo y espacio con el ciudadano.
La combinación de abogados del Estado y fuerzas de seguridad no han encontrado aún la forma de comunicar eficazmente sus mensajes. Desde que Rajoy llegó a la Moncloa hace más de cinco años les había dado tiempo a matricularse, cursar y licenciarse en Periodismo o Comunicación Audiovisual.

Sugerencias



No hay comentarios:

Publicar un comentario