martes, 29 de noviembre de 2016

Animalismos

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
El mono de la tinta, ilustración del artista mexicano
Francisco Toledo para un texto de Borges.
El primer partido extraparlamentario, es decir, la formación política con mayor número de votos aunque sin diputados en el Congreso, es el Partido Animalista: 284.848 papeletas en junio de 2016, 60.000 más que en las elecciones de diciembre de 2015. El PACMA recibe muchos más votos que EH-Bildu y cuatro veces más que Coalición Canaria, pero más desperdigados; y se coloca muy cerca del PNV.
Habrá que seguir si el movimiento ecologista se ha cansado de la lechuga, abandona las plantas y se abona a los animales. Sí se observa que el PACMA, "un partido político español que trabaja por los derechos de los animales, la defensa del medio ambiente y la justicia social", incrementa presencia pública y publicada, denunciando la mayor parte de las veces casos concretos de maltrato animal, que se suma con un objetivo coincidente al SEPRONA, que no es partido político sino el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil, con el buen trabajo de comunicación que caracteriza a todo el Cuerpo.
Siempre hay una versión dramática en los medios de comunicación de todo lo que ocurre: la vida escolar es acoso, la vida conyugal es maltrato, las relaciones internacionales son conflictos armados, el aparcamiento son agresiones a los vigilantes de la ORA o amenazas de prohibiciones a quien no puede cambiar a coche de bajas emisiones. Recordemos que los medios enfocan la normalidad alterada.
Las conciencia animal se concreta así en perros abandonados, vaquillas torturadas, caballos apaleados, galgos ahorcados, linces atropellados, sustantivo en plural y participio, hasta el pulpo Paul (nacido en Weymouth, Reino Unido, 26 de enero de 2008, muerto en Oberhausen, Alemania, el 26 de octubre de 2010), adivino de mundiales y eurocopas de fútbol, debió acabar su vida troceado en lonchas en un plato de madera sobre un lecho de patatas con aceite de oliva y pimentón; Wikipedia no aclara las causas de su final.
Dos corrientes de interpretación: que la mayor consideración hacia los animales es síntoma de una sociedad avanzada; o que simboliza el fin de la civilización, cuando se igualan los derechos del hombre y de su tortuga es que hemos perdido el norte.
Algunos teóricos responsabilizan a Walt Disney de esta nueva visión hacia los animales, más humanos que algunos humanos, a lo que se podría añadir la expansión del número de mascotas domésticas. Quien tenga hijos pequeños vive rodeado de animales parlanchines que también tienen su lado oscuro, abundan los lobos y los ratones, lo que refleja la compañía animal más cercana del hombre occidental en los últimos 10.000 años.
La presencia de animales llena la literatura también en forma de fábulas, lejanas y recientes como cuando Augusto Monterroso nos cuenta la historia de aquella rana que estaba obsesionada con ser una rana auténtica y hacía de todo para ser una rana auténtica, hasta que acabó en un plato ingerida por uno que dijo qué buena rana, que parecía pollo.
Mono antes y después de hacerse un selfie.
Otro fenómeno en auge ronda en torno a la inteligencia emocional, fomentado por profesionales de la formación y neuropsiquiatras que recomiendan incluir las emociones en el comportamiento humano, tomamos racionalmente decisiones pero influidos por emociones previas, al parecer menospreciadas hasta muy recientemente.
El caso es que mientras intento animalizarme un poco, los robots me tiran desde el puño de la otra manga.
Tercera línea de investigación: lo que algunos llaman populismo es una vuelta al comportamiento animal en política, berrea, buenos y malos, macho alfa -hombres y mujeres-, con parte de la manada que muestra además nostalgia de líderes a los que seguir por el desierto. Política emocional, animalizada en su peor sentido.
Camino del trabajo adelanto a diario camiones llenos de cerdos, todos con sus sentimientos porcinos, en dirección al matadero; por las tardes lloro con el Rey León; y al mediodía mi naturaleza carnívora digiere proteínas sin pensar en todo esto.
Concluyo. Entre hablar con mi perro y mear por las esquinas de la oficina y ladrar a los compañeros de trabajo, me quedo con las esfinges, esos seres asirios, mesopotámicos y egipcios que combinaban cabeza humana con alas de pájaro, cola de dragón, cuerpo de perro y garras de felino, mezcla que se acerca más a la realidad del ser humano actual.
Porque con todo el escenario descrito, no encuentro aún razones para no seguir sujetando al mono que llevo dentro.
Y voy dejando esto porque tengo que sacar a pasear al perrete, uno más de la familia, y de los más cariñosos.

Sugerencias

El Roto en El País, 8-2-2017.

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