lunes, 26 de septiembre de 2016

Porque yo lo valgo

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
El Ministerio de Asuntos Exterior y Cooperación, en informe no público, sino agitado en medios, acaba de descubrir que ha crecido la irrelevancia internacional de España, pero ha encontrado culpable: que tenemos Gobierno en funciones y los responsables son los que no dejan que Mariano Rajoy vuelva a ser presidente, "los que no nos dejan gobernar".
Pueden encontrase otras razones. Se desconoce la participación española en las largas negociaciones que han fructificado con un acuerdo de paz en Colombia; en el desbloqueo cubano; en el acuerdo nuclear con Irán; nada tampoco sobre Oriente Próximo, Siria, Irak. Desconocidas las aportaciones españolas recientes en la Unión Europea, con reuniones y decisiones trascendentes entre Francia, Alemania e Italia.
Según otra fuente relacionada, el Índice Elcano de Presencial Global, patrocinado por el Ministerio, España ha perdido posiciones... en los últimos años con Rajoy como presidente.
Se agradece el esfuerzo de Exteriores y Elcano por medir, aunque se han metido en terreno pantanoso, intangibles, marcas, influencias.
El ministro de Asuntos Exteriores y Cataluña dirige un Ministerio que tiene un segundo apellido, el que se suele heredar de la propia madre, que es Cooperación, hundida en la última legislatura; eso es poder blando, influencia humanitaria.
La influencia militar, la proyección del país por su participación con tropas en operaciones internacionales de paz, también ha caído, según Elcano.
El último movimiento en Cooperación ha sido el reciente nombramiento del director de la AECID, que el Gobierno no considera cargo político, ni de interés político.
Otra variable que a veces se utiliza habitualmente para calibrar la relevancia internacional es la presencia de españoles ocupando puestos importantes en el exterior.
Estirando el argumento, el prestigio internacional del país descansa sobre los hombros de Miguel Arias Cañete, Juan Ignacio Wert y casi de José Manuel Soria.
Una incógnita; qué habrá pesado más, por ejemplo, en el reciente nombramiento del español Alejandro Alvargonzález como número tres de la estructura civil de la OTAN, procedente del cargo número tres en el Ministerio de Defensa, si el poderío mundial español, la apuesta atlantista del Gobierno Rajoy, su relación con Morenés, la fuerza del cuerpo diplomático o la valía de la persona.
Sucede que en la cúpula de las administraciones y organismos públicos existen puestos de dirección política ocupados por personas que han recibido la confianza política para ser nombrados en tan alta responsabilidad.
Hasta aquí nada anormal.
Sin embargo, si se analiza el perfil de los altos cargos con responsabilidad política aparece que muchos de ellos, mayoría, son empleados públicos, funcionarios de colectivos respetables, cuerpos de élite se autodenominan, como los registradores de la propiedad (Rajoy).
Quizá el caso actual más evidente es la concentración de abogados del Estado en el entorno de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Se podría exagerar un poco diciendo que la mayor parte de ese cuerpo está en Moncloa o en la empresa privada pleiteando contra el Estado (40% del gremio); y alguno en Génova (María Dolores de Cospedal).
La experiencia dicta que los integrantes de cuerpos prestigiosos del funcionariado sitúan por encima de cualquier otra cosa su carrera profesional, que puede coincidir temporalmente con un puesto de confianza política, los más habilidosos con confianza de una orientación y su contraria.
Es decir, que el puesto que ocupo es "porque yo lo valgo", como aquella campaña de L'Oreal, el que te ha nombrado tiene el mérito no pequeño de haberse dado cuenta de tu valía, mientras el compromiso político suele durar un periodo de tiempo milimétricamente igual al tiempo de ejercicio en el cargo político.
El fenómeno tiene sus aspectos negativos, el compromiso político da un plus de entusiasmo laboral.
El reciente caso de José Manuel Soria, ex ministro de Industria entre otros muchos cargos, el ministro del recorte a las renovables y del basurero nuclear, y su truncada marcha como director ejecutivo al Banco Mundial ha puesto de actualidad el triple juego de ciertos personajes que juegan a varias bandas: el amor a la Patria, el corporativismo y la carrera personal.
Diplomáticos, abogados y técnicos comerciales del Estado, jueces, registradores de la propiedad, telecos, administradores civiles del Estado (antes llamados TAC), militares de academia de oficiales, ingenieros varios, todos se benefician en su carrera personal de su cercanía al poder político cuando no lo ocupan directamente, llegando a ese punto de perfección que es el Gobierno de los técnicos, la última etapa en la evolución del mono.
El inconveniente es que no existe prueba científica de la pericia política de estos técnicos que en la última legislatura han incrementado la deuda pública por encima del 100% del PIB.
Y el prestigio de tan prestigiosos cuerpos baja algo cuando conocemos los intentos de colocar al exministro que mintió sobre sus empresas en paraísos fiscales; o cuando leemos que Rodrigo Rato, autor del milagro económico del PP de Aznar, tenía un sueldo en Caja Madrid de 2,7 millones de euros anuales que no le impidieron extraer de cajero 16.000 euros en metálico sólo en los últimos tres meses en el puesto utilizando su tarjeta opaca al fisco.
Miedo dan ciertos técnicos de élite cuando se ponen a gobernar lo público.
Las tarjetas black de las que tanto oiremos hablar en las próximas semanas han sido tan negras como la trayectoria de algunos de estos altos funcionarios si se observan desde fuera del cuerpo que les protege desde la cuna a la jubilación.
Desde dentro la sorpresa es sincera. No pueden entender cómo el 99% de la población en el caso Soria haya visto una mezcla de corporativismo y desfachatez que desmonta cualquier esperanza de regeneración por parte del actual Gobierno.
Más que un problema de politización de las Administraciones públicas, una enfermedad mayor parece ser el corporativismo. Esta gente con tan buen concepto de sí mismos están muy por encima de la política, de la que a menudo se benefician. El compromiso lo tienen con el espejo, que a veces devuelve su imagen empañada.
El sueño de liberales en lo económico, conservadores en lo ideológico, corporativismo profesional y compromiso político interesado produce monstruos.
A ver cómo se mide todo esto, Real Instituto Elcano, a ver cómo, Margallo.

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