lunes, 4 de julio de 2016

Entre micrófonos y alcachofas

Columna de opinión publicada también en Estrella Digital.
A Pablo Iglesias le ha fallado esta vez el poder de la palabra para construir la realidad política.
En la isla griega de Patmos se puede visitar la gruta donde la palabra de Dios dejó su huella, una roca partida por donde Juan el evangelista oyó lo que se viene en llamar un vozarrón: "Caí en éxtasis y oí detrás de mí una gran voz, como de trompeta, que decía: 'Lo que veas escríbelo en un libro y envíalo a las siete Iglesias: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea".
El apóstol, anciano de 90 años, andaba por allí desterrado a finales del siglo I, cuando recibió la revelación y escribió el Apocalipsis que cierra desde entonces el Nuevo Testamento.
Como el mensaje suele ir perdiendo con el tiempo, cinco siglos más tarde, no demasiado lejos, Dios se volvió a manifestar a un comerciante de La Meca y le dijo: "¡Recita!".
Los dioses y sus representantes siempre han estado interesados en la comunicación y en la palabra.
Ha dicho Pablo Iglesias en la reciente campaña electoral: "Creo mucho en la capacidad performativa del lenguaje y del discurso. No digamos cuando habla el jefe de la Iglesia católica. Lo que dice el Papa, hace, produce realidad. Y en política ocurre lo mismo. Podemos ya ha contribuido a hacer cambios estructurales en España. Y eso sin haber tocado el Gobierno. Cuando lo toquemos...”.
Es decir, poder transformador de la palabra y de la imagen, por ejemplo con el buen trabajo que hacen en redes sociales tras un debate en televisión, independientemente de lo que allí haya ocurrido.
Éste es el marco en el que surge "la remontada" en la campaña electoral de diciembre y "el sorpasso" en la de junio, con suerte distinta.
Ya sea desde la religión (evangelio significa 'buena noticia'), de la política o el periodismo, la palabra es la materia prima.
Hace una década tuvo gran difusión "No pienses en un elefante", del lingüista George Lakoff, centrado en el lenguaje político y en el dominio de la comunicación por parte de los conservadores en EEUU. Ahí se encuentra el ejemplo de la feliz expresión "guerra contra el terror", una maravilla lingüística, convierte un problema de seguridad interior en asunto militar y la guerra elimina frenos presupuestarios y de libertades; lo de "combatiente ilegal" para escaparse de los prisioneros de guerra, protegidos por el derecho internacional, tampoco estuvo nada mal; o el "alivio fiscal" para referirse a la bajada de impuestos, y todo lo que es susceptible de ser aliviado es porque es pesado, molesto o doloroso.
Junto con los aciertos terminológicos siempre viene bien invertir millones de dólares durante décadas, así lo ha hecho la derecha norteamericana, en think tanks que elaboran y difunden mensajes, para sembrar en tiempos malos y aplicar cuando llega la ocasión, sea un atentado criminal o un cataclismo financiero.
La última incorporación a este tema viene de las manos del politólogo argentino Ernesto Laclau y su mujer Chantal Mouffe, al parecer de gran predicamento entre la dirección de Podemos, partidarios de la elaboración de un nuevo populismo que contrarreste al de derechas.
Podemos planteó en origen un nuevo marco político donde las etiquetas clásicas de identificación ideológica han perdido significado (clases sociales, izquierda, derecha), y donde se incorporan alusiones al pueblo, antielitismo y dosis de liderazgo habitualmente relacionadas con el populismo; más cierto gusto por las dicotomías, entre personas (Rajoy-Iglesias), pueblo-oligarquía, masa trabajadora-explotadores.
El gremio periodístico denomina alcachofa a este tipo de micrófono
con espuma para cortar ruidos no deseados como el viento.
Sin negar nunca la fuerza de la palabra, conviene no olvidar que la alcachofa no está dentro de la palabra alcachofa, es una convención, un acuerdo, un sonido que hemos acordado para designar a la alcachofa, que se dice de forma distinta en diferentes idiomas, mientras la verdura sigue en su mata o en la nevera.
Lo anterior quiere indicar que el márketin entendido como promoción no es mágico, requiere producto a la altura.
Otra forma de expresarlo sería que entre la retórica y la ideología debe existir una conexión fuerte, aunque Laclau pone en cuestión la distinción entre ambos conceptos: "la retórica sería de hecho la anatomía del mundo ideológico".
Sobre un buen producto previo, en los últimos meses Podemos ha mezclado la cal viva con el modelo ZP, han sumado patriotismo al nacionalismo periférico, comunismo y socialdemocracia, zarpazos y acuerdos... y tanto ingrediente que el guiso se ha hecho irreconocible y no ha sido reconocido.
Más que la palabra y su poderío, ha podido fallar la credibilidad de lo que se dice, la calidad de la alcachofa.
Estrategas de campaña, medios, encuestas y politólogos presentaron el 26 de junio a los españoles la falsa elección entre un candidato que se emociona con las alcachofas y renuncia a articular un discurso político añadido a la fórmula austeridad + corrupción (el movimiento lo demuestra andando) y otro candidato que identifica alcachofa con micrófono. Ganó el primero.

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